lunes, 3 de mayo de 2010

La magnitud de lo inexplicable



No hacían falta fuegos artificiales ni música para que todo fuera perfecto. La música la ponían sus labios y el reflejo de la luz de la luna en sus ojos era mucho mejor que cualquier destello en el cielo. Eternamente agradecido le estaré a la luna por dejarme ver a través de ellos, por hacerme vivir ese momento, por dejarme descubrir la magnitud de lo inexplicable. Será la magía de la vida, la que es capaz de llenarnos de algo que no tocamos, no comemos, no bebemos, ni tan siquiera imaginamos. No hace mucho tiempo que descubrí que no todo es ciencia, y aún menos, que sería imposible describir por la ciencia lo que descubrí. No hay una medida para esto, porque es lo suficientemente grande para darnos esperanza, para hacernos llorar de alegría, para sacarnos una tremenda sonrisa, para eclipsarnos con una mirada... ¿Y quién puede medir la esperanza, la alegría, la sonrisa o la mirada?

Debería estar prohibido morir sin vivir al menos una vez ese momento. Debería estar prohibido vivir sin sentir constatemente ese algo tan grande que no se puede explicar, lo que verdaderamente le da un sentido a nuestra existencia.

Gracias por mostrarme constatemente ese algo que da sentido a nuestra existencia. Gracias por ser lo que da sentido mi existencia.

Día 2, cualquier mes, cualquier año.