lunes, 4 de agosto de 2008

Reflexiones sobre el final

Imperceptible ola de silencio penetra en lo más profundo del ser. Mientras, el abismo se mece en el interior, de la mano de la soledad. Como si fuera un rayo, un escalofrío estalla dejando tras él una apatía que inunda las mejillas de ilusiones rotas y promesas vacías. La realidad hace acto de presencia y, casi imperceptible, te devuelve a tiempos en los que como un pájaro perdido volabas sin rumbo, aunque quizá en ese camino de vuelta viaje en la maleta la razón que la naturaleza se había dejado por el camino, y cuya ausencia estaba haciendo justicia con el paso del tiempo. Recuerdos de un tiempo mejor acuden a la memoria y comienzan a presentarse ante el tribunal del deseo. Recuerdos que no cesan en su asalto a la paz interior, que parece que había durado una eternidad, aunque tan sólo había conseguido apaciguar durante tres segundos la llama que poco a poco se vuelve a avivar y que consigue calcinar cualquier esperanza de regreso al destino que un día decidiste escoger, creyendo que durante el camino la luna se escondería para permitir que el sol alumbrara perennemente el rumbo a seguir. La atormentada memoria obliga a recordar cosas que quizá deberían haberse desvanecido entre otras tantas, algunas que probablemente daríamos cualquier cosa por poder revivir tan solo un instante, pero que quedaron perdidas en cualquier rincón del pasado. Al igual que una hoja seca se precipita contra el suelo caen a nuestra mente imborrables momentos que puede seamos afortunados de tener almacenados, aunque a veces tan solo sean una punzante lanza que se clava en el alma. Simplemente un parpadeo basta para saber que la vida pasa, la mayoría de la veces más rápida de lo que nos gustaría, y que en en ese parpadeo se puede haber perdido una vida, una ilusión, un deseo, una esperanza… La vida nos obliga a decidir, poniendo al tiempo como límite de nuestro futuro, que acabará siendo el mismo para todos. Ese será el único momento en el que dejaremos de recordar para siempre y el único momento en el que comenzará nuestro descanso eterno y dejaremos de sufrir. Será el momento en el que el sol deje de alumbrar para dar paso a la luna.

Todo lo que empieza acaba.